lunes, 5 de marzo de 2012

Exámenes a la vista...

Quiero dar un fuerte abrazo de ánimo a todos aquellos que tienen exámenes en las próximas fechas: dedicado a todos ellos y por supuesto a todos los que pasarán por el "trance"... Para mí, ya tenéis un sobresaliente...


Hace ya casi cinco años y medio que comencé mi andadura en esto del Aikido. Desde el 6º kyu hasta el 1er dan, realizando el curso de Instructor/Sensei. Para algunos será mucho, para otros poco: continúo la práctica y eso es lo que ahora me interesa; no suelo mirar hacia delante, las cosas llegan así como las cosas caen por su propio peso, algo como una ley universal. Y desde hace algún tiempo, como Sempai, me he visto en la situación de alternar el rol de “alumno/profesor” (muy gratificante en la mayoría de las ocasiones) pero me surgen dudas, me invaden ideas… ¿Qué enseño? ¿”Mi Aikido”? ¿El Aikido “del libro”? Sin juzgar a nada ni a nadie (conocimientos ni maestros ¡Que el Universo me libre!), reduzco todas estas sensaciones a la diferencia entre un examen y una exhibición, ya que he tenido el placer de realizar varios exámenes y una exhibición: experiencias muy enriquecedoras. Cuando practico con un compañero bajo la atenta mirada de mi maestro siento que estoy siendo “examinado” y cuando soy quien imparte la clase, siento que “examinan mi exhibición”… Un perpetuo examen del que he aprendido a liberarme de toda posible presión.
Es una sensación muy extraña que quisiera que alguna vez experimentarais.
Considero que lo más importante en un examen es mostrar que se conocen y realizan las técnicas adecuada y correctamente. Recuerda que tu conocimiento no se encuentra en tu mente sino en tu cuerpo. En la práctica deberías “gobernarte” a ti mismo y actuar. Así pues, el objetivo es “recordar con el cuerpo”. Cuando el examinador te diga que hagas tal técnica o tal otra, el cuerpo debería moverse sin pensar: hacia esa meta debemos caminar hasta la consecución del primer dan. A partir de ahí, se nos pide que mejoremos lo anteriormente descrito y que añadamos nuestro “carácter y personalidad”, que busquemos nuestro aikido.
En una demostración, el hecho de realizar técnicas correctamente ya es algo implícito pero hay una cuestión añadida y es “qué quieres expresar” durante el tiempo que tienes. Por ejemplo, quizás quieras expresar “fuerza”, o “belleza”, o “suavidad”, o “simplicidad”… Una demostración es el resultado de una “autoexpresión”, más allá, es importantísimo que “exprese” algo. Creo que éstas son las diferencias entre examen y demostración. Pero una línea muy delgada separa estos dos conceptos una vez te pones en el otro lado como maestro…
El examen, a mi manera de ver, es un mérito trámite “burocrático” por el que es inevitable pasar. Nuestro examen debe ser diario con cada acción que realizamos. He leído que O’Sensei decía que el último objetivo del Aikido era crear una persona sincera y fiel de corazón (¿Una persona íntegra?). Y creo que la creamos gradualmente a través de la práctica. Ahora que soy alumno-maestro, creo que la manera correcta de ver a mis compañeros debe ser “íntegra” y “sincera” y no tiene nada que ver con la dualidad “bien/mal” cuando realizamos una técnica. Tengo el sentimiento de satisfacción física y mental tras la práctica: me levanto pensando “estuvo muy bien”, “me siento bien por haber practicado así con él” y siento que es lo mejor que puedo hacer, dar lo mejor de mí mismo. Y ésta “sinceridad” se lo debo también pedir humildemente a mi compañero; es básico, así lo creo. No debería nunca quedarme con un “mal sabor de boca” tras la práctica. Tengo compañeros que aunque ostentan un menor grado, me deja ese “refrescante sabor”… ¡Eso es un buen keiko! Perdonadme pero explicar el “mutuo entrenamiento” es algo difícil…
Cuando comencé el camino del Aikido, usaba las partes de mi cuerpo separadas de mi mente, y bastantes veces lo sigo haciendo. Gradualmente he conseguido que se vayan haciendo uno, cuerpo, mente y técnica, Uno. Es la manera de hacerse “fuerte y ágil”. El deseo de volverse muy hábil en poco tiempo no es adecuado ni real: lo más importante es practicar implacablemente durante muchos años para unificar estos tres elementos.
“Recuerda y olvida” decía Ueshiba cuando entres y abandones el dojo. Está bien que se olvide lo que se te enseña una vez que salgas de clase, pero recuérdalo tan pronto como entres en la misma. Así aprenderás con tu cuerpo, y no con tu mente. Pongo todo mi corazón en el dojo pero fuera de él, lo pongo en  mis otras tareas. Invierte todo tu corazón en cada repetición durante la práctica y así llegaremos a realizar las técnicas sin pensar.

Todo esto que he intentado explicaros es el verdadero y último examen y exige por nuestra parte una continua “autoevaluación”. Recordad que tenemos toda una vida por delante para aprender y mejorar, pero debemos examinarnos continuamente para auto evaluar nuestros conocimientos.

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