viernes, 14 de agosto de 2009

El aikido no es agresividad, pero tampoco sumisión.

¿Cuantas veces nos hemos preguntado si no es una utopía eso de impedir herir sin herir?. ¿Cuantas veces nos hemos preguntado si, sobre el enfoque de que Aikido no trabaja sobre la defensa personal, sino sobre el trabajo espiritual del hombre, por qué de un trabajo de ataque-defensa y no uno de meditación y oración, más propio de otras disciplinas folosóficas?. 
Os remito la mejor explicación sobre qué y por qué Aikido es como es, que he recibido hasta la fecha, y ha  sido de palabras del maestro Jesús Herrero, 5º dan, delegado de la AEAT para Canarias:
"Todo ataque entraña un deseo de agresión que daña y destruye el equilibrio y por añadidura en el plano del espíritu nos aleja de la energía divina.
Sobre esta ley universal está basado el arte marcial del Aikido, la búsqueda del equilibrio ante el desequilibrio.
Para realizarlo el Aikidoka ante un ataque intenta transformar la agresión en defensa libre de deseo de destrucción, la no transmisión de violencia hacia el atacante, la no continuación de la agresión o revancha y como resultado la Armonía.
La realización de las técnicas para conseguir la Armonía necesaria, se han de realizar con la ausencia de fuerza, la cual implicaría un estado defensivo agresivo y por tanto una carga de negatividad y alejamiento, la ausencia de fuerza no implica una debilidad, sino al contrario, permite la fluidez de la energía interna".
En definitiva, lo que nos diferencia de otros estilos de lucha es, que ante un ataque, debemos aplicar una defensa, pero en ese proceso no debemos crear sentimientos de odio o venganza hacia el atacante, ya que eso incrementaría el conflicto, la pelea y el desequilibrio de fuerzas. En cambio, si simplemente neutralizamos el ataque impidiendo herir a uke, estaremos recuperando la armonía con el universo.
Como bien me dijo un alumno un día: "el que ha dicho eso es porque no le han intentado pegar el la puerta de una discoteca". Cierto, pero en esa circunstancia, ante una agresión, sólo tenemos dos caminos:
1º El fácil: perder los papeles y embarcarnos en una pelea de la que desconocemos el resultado final y posiblemente sufrir más de algún problema legal.
2º El dificil: evitar la confrontación a toda costa, y en caso de necesidad imperiosa, defendernos con todas nuestras energías evitando un daño innecesario para el agresor, pero sin olvidar que un golpe, navajazo, etc, no se evita con un "masaje en el brazo", sino con una ejecución técnica contundente, aunque no desproporcionada ni de violencia gratuíta.
Toquemos madera para que todas estas teorías se queden siempre en eso, en teorías y no en experiencias prácticas ;).

2 comentarios:

Oscar dijo...

100% de acuerdo!!!!! 1ª lección, salir por patas (es decir, evitar el conflicto!) y si "corre más que tú", que Dios nos coja confesaos!

Oscar dijo...

...y al hilo de la cuestión, recuerdo unas palabras de Tito Steven (idea que se reafirmó en mi lectura del "Hagakure") y que dice que siendo el aikido verdadero budo, entre los valores del mismo se encuentra el de la justicia, en un sentido en el que debemos ser "justos" ante una agresión (de cualquier índole) y no dejarnos llevar por "los demonios o malos espíritus" que perturban el equilibrio natural del hombre. Los Samurais que se sobrepasaban eran mal vistos por el resto de sus compañeros...
En conclusión: hay una muy delgada línea que separa la defensa de la agresión y acordaros que cuando nos defendamos, no podemos convertirnos en agresores!